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Aprender a jugar con nuestros hijos

Jugar con los hijos es uno de los grandes desafíos que enfrentan los padres en los primeros años de crianza. Una tarea que para muchos es difícil porque no les gusta, tienen poco tiempo para hacerlo, o creen que jugar no es algo de adultos.

Una realidad que reveló la Encuesta Nacional de la Primera Infancia (ENPI) realizada por JUNJI, UNICEF y UNESCO en 2010, la que develó que solo el 10% de los padres chilenos juega con sus hijos. El estudio además dio a conocer que 35% de los padres chilenos les lee o cuenta historias a sus hijos al menos 1 o 2 veces por semana; y un 29% de los adultos responsables les suele cantar o tocar un instrumento entre 1 o 2 veces por semana.

El juego infantil es un mundo amplio e infinito con múltiples dimensiones, difícil de
abarcar en unas cuantas líneas. Y parte de la crianza.

Dada su relevancia y protagonismo, intentaré sintetizar sus características, funciones y grandes beneficios, junto con explicar, a modo general, los distintos tipos según la edad del desarrollo y su propósito para cada etapa.

¿Qué es el juego para los niños y niñas?

En cuanto a su definición, es el medio de interacción con la realidad, en este sentido, el
juego infantil es la forma específica que los niños tienen de relacionarse con otros y con el
mundo.

Respecto al rol del juego, cabe mencionar que la utilidad de cada tipo de juego dependerá
de la etapa en que se encuentre el niño (a) y la tarea del desarrollo que se enfrente. Sin
embargo, independiente de la etapa, siempre será un ejercicio fundamental en la vida,
que prepara ciertas habilidades específicas que se desarrollarán más adelante, por ende,
es un factor clave para el aprendizaje cognitivo, social y emocional.

En términos generales, es la manera en que los niños representan el mundo, siendo el
instrumento por el cual elaboran lo que les ocurre, pudiendo expresar cómo perciben e
interpretan la realidad.

Al observar cómo juega un niño podemos evidenciar cómo son sus relaciones con sus figuras significativas, cómo se ve a sí mismo(a), cómo es su pensamiento, su energía, creatividad, psicomotricidad, entre muchas otras.

En el juego libre los (as) niños (as) plasman sus emociones, dejando fluir también sus
fantasías, dando rienda suelta a la imaginación. Permite la exploración del mundo de los
adultos sin que estén presentes, imitando sus conductas “como si” estas fuesen reales,
adjudicándoles simbolismo y afectividad.

Posibilita crear una situación imaginaria, que no tiene los límites ni la necesidad de postergar la gratificación de los impulsos de la vida real. Por otro lado, faculta la comprensión e internalización de reglas, la valoración del “orden” o “estructura” necesaria para vivir en sociedad.

Así también, se desarrollan diversas habilidades de orden sensorial, social, afectivas y
cognitivas. A través de los juegos de placer sensoriomotor se experimentan situaciones
corporales en las que el o la niño (a) percibe y controla factores externos, como el espacio,
lo que va permitiendo la conciencia del esquema corporal.

El juego y habilidades sociales.

En términos sociales, se adquiere la interacción con sus pares lo que va desarrollando habilidades sociales como la resolución de conflictos y la capacidad de trabajar en equipo por el logro de metas comunes. Se da espacio a la creatividad. Al mismo tiempo, se fomenta la memoria, el lenguaje, la reflexión, expresión y autorregulación de las emociones.

Al jugar los (as) niños (as) comunican y aprenden más de lo que comúnmente se cree. Por
esta razón, su enorme relevancia e implicancia al ser utilizada como la principal
herramienta para acceder al mundo interno de los (as) niños (as) a la hora de realizar una
evaluación psicológica.

Juega con tus hijos

En cuanto a la tendencia de jugar con los hijos (as) la realidad es que generalmente es
difícil debido a varios factores. La razón más influyente es que no haber vivido la
experiencia con los propios padres y no saber cómo hacerlo.

Al respecto, muchos padres refieren “no saber jugar” y ante eso prefieren evitarlo. Por otro lado, la creencia adquirida de que jugar es cosa de niños (as) ha llevado a subvalorar tan valiosa instancia.

En este sentido, si “creemos” (equivocadamente y por las razones que sean) que jugar con
nuestros(as) hijos(as) no es relevante y además desconocemos los beneficios del juego,
difícilmente invertiremos el escaso tiempo libre que tenemos en eso.

Sabemos que las creencias culturales, históricas y familiares tienen un gran peso sobre lo
que pensamos, muchas veces incluso, sin cuestionamiento alguno. De esta manera, determinan nuestro actuar y toma de decisiones.

Por otro lado, los tiempos han cambiado, la modernidad y el consumismo han influido
considerablemente en que la oferta de juguetes sea impresionante y por tanto, los juegos
de hoy se acoten a la función que realiza el juguete, coartando dramáticamente la
creatividad y el ingenio, que antiguamente comenzaba al inventar el “juguete” buscando
materas primas disponibles en la casa.

Lógicamente, al sobrevalorar las cosas materiales, tener mayor acceso a estas y disponer de menos tiempo, hemos caído en comprar muchos juguetes, intentando compensar el tiempo de juego con nuestros hijos (as), olvidando lo fundamental: el tiempo que invertimos al jugar con nuestros hijos(as) es lo más valioso y significativo tanto para el vínculo de apego como para el desarrollo social, cognitivo, sensoriomotriz y afectivo de los niños (as).

Los beneficios de jugar con nuestros hijos

En cuanto a los beneficios de jugar con los hijos(as) se encuentra la posibilidad de conocerlos, acceder a su mundo interno, saber cómo nos ven y cómo interpretan la realidad. También, les entregamos el mensaje implícito de cuanto los queremos y valoramos compartir con ellos, elemento clave en su autoestima.

La instancia de jugar con sus padres como una actividad voluntaria y agradable, alimenta
la necesidad de atención propia de los niños (as), por lo tanto, presentarán menos
conductas desadaptativas.

Al jugar estaremos potenciando todas las habilidades sociales, cognitivas y afectivas que
en un futuro les servirán de herramientas para enfrentar la vida. Por último, al jugar con nuestros hijos (as) podemos favorecer el desarrollo de un apego seguro ya que conectamos con sus necesidades, las cuales intentaremos satisfacer oportunamente y de la mejor manera posible, creando en ellos la sensación de confianza.

En relación al tiempo de juego diario sugerido no hay recetas únicas, siempre se ha dicho que la calidad es importante pero también sabemos que la frecuencia y sistematicidad entrega seguridad y estructura a los niños(as). La recomendación es a jugar cuanto más puedas con tus hijos(as), encontrar lo que les acomode a ambos, generar una instancia motivadora en la cual se sientan en sintonía y pasen un momento agradable.

La disposición del adulto a la hora de jugar es lo mas importante, dejar a un lado las preocupaciones y el teléfono, la presencia activa, la capacidad de atender, observar, imaginar, dejarse llevar y entregarse a los beneficios que brinda la posibilidad de jugar.

Algunas ideas al momento de jugar: Tener en cuenta la edad del niño (a) y sus intereses es muy importante.

Si no hay lenguaje aun, es recomendable jugar en base a la exploración de texturas y experiencias a través de todos los sentidos, utilizar la música, distintos sonidos, instrumentos musicales, la corporalidad, ejercicios pre deportivos, los primeros acercamientos que inviten a explorar e integrar sus sentidos de manera lúdica.

Aprovechar los objetos o juguetes significativos para ellos, sus peluches favoritos, cuentos, puzles, juegos de encajes, etc.

Cuando se ha instalado el lenguaje se pueden hacer infinitas actividades: contar cuentos
donde el niño o el adulto invente un final, contar e inventar chistes, se pueden crear
personajes, disfraces, obras de teatro, juegos de mesa, realizar actividades manuales,
artísticas, deportivas al aire libre, bailar, crear circuitos donde se inventen las propias
reglas, búsqueda del tesoro, la escondida, etc.

El juego es la manera en que los niños representan el mundo, siendo el instrumento por el que elaboran lo que les ocurre. “Al observar cómo juega un niño, podemos evidenciar cómo son sus relaciones con sus figuras significativas, cómo se ve a sí y cómo es su pensamiento, creatividad y psicomotricidad”.

Lo cierto es que en el juego libre en niñas y niños plasman sus emociones dejando fluir también sus fantasías y dando rienda suelta a su imaginación.

Cuando los niños invitan a sus padres a entrar en su mundo de imaginación y fantasía es un voto de confianza. No querer compartir ese espacio con ellos puede ser decepcionante y frustrante.

Ps. Marcela Jiménez

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