También pasó el año 2020. A la gran mayoría de la humanidad nos dejó extenuados. Algunos se confrontaron con lo imposible que se volvió posible: perdidas de seres amados, quiebras económicas, soledad, rupturas afectivas, sobrepeso desmesurado o inapetencia extrema, perdida de sentido hacia todo lo que hacíamos, por citar emociones que fueron comunes a casi todos.
Se disparó la ansiedad. Pensábamos que éramos fuertes y descubrimos que el miedo nos puede abrazar, aunque seamos adultos o nos creamos grandes -lo planteo así, por los adolescentes y los adultos jóvenes-, el miedo es una emoción de la cual no tenemos escapatoria, por ello, tarde o temprano tenemos que afrontarlo.
Los efectos del miedo
Nos dio miedo y tuvimos miedo. Gracias a ello, afloraron los síntomas que nos llevaron a buscar desesperadamente a neurólogos, psiquiatras, oftalmólogos, internistas, nutricionistas, endocrinlogos y cualquier especialista para que nos dieran la formula que nos permitiera quitar el miedo. Sin embargo, en casi todos los casos, era miedo materializado en síntomas inéditos que nuestro cuerpo manifestó y nos hicieron asustar más.
Pero ya pasó el 2020. Ahora nos toca evaluar qué dejó el “tsunami de emociones incomprendidas” y de realidades difíciles de aceptar de un año que nadie esperaba. A lo sumo, tanta crudeza y tantos momentos de verdad son la esencia para evaluar nuestro momento presente y permitirnos empezar ahora sí a vivir nuestra vida tal y como la queremos vivir.
En otras palabras, es un buen momento para ponerle límite a la evasión de nuestros compromisos con nosotros mismos. Es un momento oportuno para resetearnos y permitirnos pensar cómo queremos construir nuestra vida a partir de hoy en adelante.
Para nadie es fácil, pero tampoco imposible lograrlo. Los duelos se superan con el paso del tiempo. Tenemos que aprender a confiar en el paso del tiempo. Los quiebres económicas se viven como el final del mundo, sin embargo y afortunadamente, se trata de dinero.
A quien se le debe, tendrá que aprender a esperar que el árbol de la riqueza vuelva a dar frutos, o si por el contrario, nos deben, tendremos que aprender a esperar el retorno del dinero y aprender a hacer otros negocios para seguir incrementando nuestras ganancias.
Se trata de tener paciencia, de aprender algo que se ha vuelto ajeno a nuestra cotidianidad, se trata de fe, de creer en lo que no se ve. También se trata de perdonar y de perdonarnos. Se trata de aceptar nuestra condición humana, la cual nos impide, por naturaleza, tener el control absoluto de todo.
Se trata de aprender a confiar, de aprender a vivir en el presente agradeciendo lo que hoy tenemos: la vida, la cual en ocasiones hemos olvidado que está ahí y no la hemos valorado lo suficiente, al punto que nos hemos extraviado viviendo la de otros o negándonos la propia por temor a ser auténticos.
Las oportunidades del 2021
Tenemos la oportunidad de evaluar nuestro peso, sea por exceso o por defecto, para pensarlo desde lo espiritual, porque antes que el peso en sí mismo, se trata de la levedad con la que damos nuestros pasos, empujando hacia la construcción de nuestra realidad o siendo los artífices de nuestros infortunios.
Estamos en un momento donde el sentido de la vida puede ser más que evaluado, replanteado. Si todo acabó en 2020, si todo fracasó en 2020, si todo cambió en 2020, pues mejor, porque el 2021 es la oportunidad de empezar de nuevo, de afrontar nuestros miedos, de permitirnos construir nuevos hábitos y asumir que tal y como veníamos haciendo las cosas hasta ayer, ya no funcionarán de ahora en adelante.
No hay incertidumbre en quien piensa de modo crudo su pasado para asumir la lección, por dura que sea, y se da la oportunidad de valorar lo que tiene en el presente y limita la queja infructífera de lo que se perdió y comprende que difícilmente se puede recuperar.
También pasará el 2021. De cada uno de nosotros depende ahora continuar, tirar hacia adelante, comprender que el pasado ya no nos funcionará más y que a partir de hoy tenemos la oportunidad de hacer lo que nunca pensamos que podríamos hacer, dado que la lección del 2020 fue entender que todo nos puede pasar, pero que con la vida activa lo podemos afrontar.