Cuando hablamos de la psicoterapia, ¿de qué hablamos en realidad?
Todos tenemos –quien más, quien menos- la imagen clásica del paciente tendido en el diván. El terapeuta (siempre de lentes, siempre de barba) sentado en la cabecera, muy meditabundo y circunspecto, tomando notas en una libreta.
Este modelo-imagen es herencia del tradicional psicoanálisis, que diseñó, hace ya más de un siglo, aquel dispositivo de psicoterapia individual, en el cual la persona tenía que buscar distenderse, relajarse, incluso intentar una introspección regresiva, rumbo a aquellos contenidos inconscientes que pudieran dar cuenta de su trama psíquica conflictiva actual.
Como siempre, este modelo sigue siendo válido para muchos, y quizás no tantos para otros. Sería muy extenso y complejo intentar una crítica del psicoanálisis en un artículo como este, que, en definitiva, no persigue esa finalidad. Baste con decir que la obra de esa gran mente que fue Sigmund Freud, nos legó un edificio teórico de enorme valor y complejidad conceptual. Las prolongaciones y posibilidades de estudio que el psicoanálisis sigue ofreciendo parecen no tener un techo visible.
Tabla de contenido
Orientaciones de la psicoterapia
Y otro tanto se podría decir de otras escuelas. Además de que el psicoanálisis en sí presenta una variedad de vertientes con matices puntuales que las diferencian unas de otras, algo similar se podría decir de escuelas como la humanista, la cognitivista/conductista, la gestáltica, la fenomenológica-existencial, la escuela analítica, la transaccional o la transpersonalista, por citar algunas de las más conocidas. Todas ellas tienen aportes y virtudes muy respetables, y constituyen sólidas bases teórico-prácticas desde las cuales plantear un encuadre y un método de psicoterapia. Pero, nuevamente, no es intención de este artículo el hacer una crítica de las distintas orientaciones o escuelas psicológicas.
Hoy asistimos a una época en que las modalidades de psicoterapia se han multiplicado y diversificado en los más heterodoxos escenarios y modalidades. La psicoterapia se entiende y concibe como un montón de enfoques a veces contrapuestos y aparentemente enfrentados en su método de abordaje del sujeto psíquico. Hoy, hablar de psicoterapia es hablar de un sinfín de expresiones con un único elemento común, el más esencial, sin duda: la autoindagación.
¿Cómo funciona la psicoterapia?
La psicoterapia es trabajar solo o en grupo, en pareja o familia, con música y baile, o en silencio, con herramientas de meditación y/o concentración. Esto último tanto en la clásica postura oriental, sentado con las piernas cruzadas y ojos cerrados. También en modalidades dinámicas, donde meditar implica hacerlo mientras uno cultiva una huerta, pinta un cuadro o hace posturas yoguicas tendido en el suelo.
De cualquier forma, se trata siempre del encuentro interior, la búsqueda de ese espacio íntimo y privado donde podamos, finalmente, encontrarnos cara a cara con nuestro dolor, nuestra angustia, nuestros miedos y soledades, y, al comenzar a entenderlos, comenzar también (ya con otra conciencia) a resolverlos. Cada uno a su paso, cada uno a su ritmo.
No podemos solucionar lo que no conocemos
Psicoterapia es una relación particular con uno mismo, en la que la persona comienza a mirarse y a escucharse, para luego comenzar a tratarse y hablarse a sí misma de una forma distinta. Y esa forma será el camino de la curación interior.
El psicólogo será quien guíe este aprendizaje y entrenamiento de conocer, ver y escuchar nuestro interior, para lograr esa otra forma de relación con el sí mismo más profundo.
¿Cuánto dura un proceso psicoterapéutico?
Y no podemos hablar de tiempos breves o muy extensos. En la dinámica subjetiva, el tiempo cronológico no tiene el mismo carácter que en la realidad externa, material, donde el reloj y el calendario parecen regirlo casi todo. De esto da fuerte testimonio el reino onírico: cuando soñamos volvemos a los años infantiles, a la ropa escolar, a los vecinos y familiares que ya no están, sin embargo sentimos y pensamos como lo hacemos actualmente, en nuestra vida adulta de vigilia.
Así y todo, esta contradicción no pesa en el sueño. Porque lo que en realidad no tiene relevancia es el tiempo material, tal cual estamos acostumbrados a procesarlo con nuestra mente de hipótesis y deducciones, de raciocinio y análisis a veces tan fallidos. (Pero bueno, los sueños, como gran manifestación de los reinos psíquicos más profundos y a veces oscuros, son una materia tan extensa, que ameritaría un largo artículo en sí misma, y esto sería, en el mejor de los casos, una mera introducción al tema del mundo onírico).
Por todo lo previamente comentado podemos afirmar que la duración de un proceso psicoterapéutico es algo tan íntimo y particular como el proceso mismo. Puede durar semanas, meses u años.
Y por ello también no hay procesos mejores o peores; cada proceso es único, como lo es el individuo que lo vive cara a cara con su yoidad más profunda.