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Padres y educación: ¿cómo se han visto afectados con la llegada de la pandemia?

En la edad y en el contexto que sea, los padres deben educar transmitiendo valores, comportamientos genuinos, aceptando la diversidad y por sobre todo marchando al ritmo individual que posee cada estudiante. Que los padres se incorporen a la educación de sus hijos, sin duda es positivo para el proceso de aprendizaje.

La educación tiene un objetivo muy claro, este es el desarrollo integral de la persona, y es en el núcleo familiar donde encontramos las raíces de ese desarrollo global.

La importancia de que se enseñe primero desde casa

La familia es el primer transmisor de pautas culturales y el primer agente socializador. Los primeros responsables de la educación de los niños son los padres. Son  los padres en este primer contexto donde nos ponemos en contacto con el mundo, uno muy particular según cada grupo familiar, que  le va transmitiendo al niño sus hábitos, costumbres y pautas de transmisión cultural.

  • Dentro de la familia se dan las primeras interacciones, se establecen los primeros vínculos emocionales y vivencias con las personas cercanas.
  • Es en este medio donde el niño realiza los aprendizajes sociales básicos que le ayudarán en su relación consigo mismo y con los otros.
  • Poco a poco irá conociendo normas, pautas de actuación y comportamiento humano.

Para que la relación entre familia y escuela sea efectiva, ésta debe lograr integrar a cada uno de sus integrantes como parte esencial. Se trata, por así decirlo, de poner en práctica una escuela abierta. Por suparte, la escuela comparte con la familia la labor de educar, completando y ampliando sus experiencia

Situaciones actuales

A medida que la pandemia de COVID-19 sigue avanzando, la carga de asumir la educación a distancia o híbrida de los hijos, las preocupaciones de contraer la enfermedad, el desempleo y el estrés diario están desencadenando resultados negativos en salud mental de los padres.

En pandemia entre los padres, alrededor del 85% de los 61.000 encuestados en tres países de habla hispana, reportan haber experimentado un deterioro. Los niveles de malestar son particularmente elevados entre las madres de niños pequeños de entre 0 a 7 años, que asumen la mayor parte de la carga en apoyar la educación a distancia de los niños (84%).

Las brechas de género en los resultados de salud mental son preocupantes, incluyendo los índices de tristeza (28%), inapetencia (27%), malestar general (24%), miedo (19%), cansancio (17%) e insomnio (15%).

En este contexto, cerca de dos tercios de las madres (63%) reportan luchar con la educación a distancia y requerir asistencia. Entre las madres que informan que no pueden manejar la educación a distancia de sus hijos por sí solas, los niveles de estrés son un 12% más altos en comparación con las madres que reportan que lo logran hacer solas, independientemente del nivel socioeconómico del hogar.

Padres, educación a distancia y efectos a largo plazo

El involucramiento de los padres en la educación a distancia se vuelve crucial a mitigar el efecto en salud mental sobre las mujeres, ya que la brecha de género en la salud mental es 16%, cuando los hombres acompañan la educación a distancia comparado con 21% cuando no acompañan.

Encontramos que cuanto mayor sea el nivel de malestar de las madres y los padres, menor serán sus niveles de inversión en sus hijos en términos de tiempo de calidad (por ejemplo, jugar, leer y cantar); así como el tipo y cantidad de juguetes.

En este sentido, aunque los grupos de ingresos más altos reportan niveles más elevados de inversión en los niños, la disminución es consistente entre los diferentes grupos socioeconómicos. Los hallazgos están alineados con investigaciones internacionales anteriores, que concluyen que el estrés de los padres tiene implicaciones a largo plazo para el desarrollo cerebral de los niños.

Riesgo de violencia de parte de los cuidadores 

Encontramos que el nivel de malestar está positivamente asociado con el uso de disciplina violenta, la que es entendida como agresión emocional o castigo físico por parte de los cuidadores.

Encontramos que el uso de castigos violentos es más frecuente en grupos de ingreso socioeconómicos más altos. El teletrabajo, el cual es más común en este grupo, parece estar añadiendo mayor estrés, y aumentando el uso de castigos violentos.

En términos estadísticos, los padres que se hacen cargo de la educación de sus hijos y también teletrabajan, reportan niveles más altos de angustia que sus pares que no teletrabajan. Así mismo, este grupo también es un 20% más propenso a usar castigos violentos, independientemente del nivel socioeconómico.

Los cambios abruptos que ha implicado el Covid 19 son abrumadores para muchos padres y madres que se han visto obligados a realizar múltiples tareas trabajando, educando y cuidando, en medio de preocupaciones sobre la salud y las finanzas de sus familias.

No obstante, en este contexto las mujeres asumen la mayor parte de estas responsabilidades familiares adicionales y por ende, tienen niveles desproporcionadamente más altos en malestar mental.

¿Y si nos volvemos padres resilientes para ayudar a nuestros hijos?

Como padres, es de suma importancia desarrollar la capacidad de mantenernos estables y flexibles frente a la adversidad. Ante los desafíos y necesidades expuestas es importante preguntarnos:

  • ¿Cómo involucramos a ambos cuidadores en la educación a distancia de sus hijos?
  • ¿Cómo puede el sistema educativo tomar en cuenta y apoyar prácticas para promover la salud mental de toda la familia?
  • ¿Qué medidas se pueden tomar para apoyar los mecanismos de adaptación de las familias durante la pandemia?

Nadie tiene un instructivo exacto sobre cómo ser un buen padre. Sin embargo, la orientación psicológica podría servir de gran ayuda no solo para que los cuidadores se conviertan en el apoyo que necesitan los niños para poder adaptarse a esta nueva normalidad, sino también para aprender a lidiar con el teletrabajo, la familia y las diversas situaciones del día a día.

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