Desde siempre, el campo de las pasiones del ser, como el amor, el odio y la ignorancia, han sido objeto de reflexión e investigación. Aristóteles define a la pasión como aquello que separa a la razón de la ley. Pero, si en muchos casos vemos que el amor aparece como algo enigmático, como una fijación o al punto de desatar la locura, ¿aún hablamos de amor? Veamos cómo historias de multiples mujeres nos irán ayudando a responder esta duda. 

“Nunca estamos tan indefensos ante el sufrimiento como cuando amamos”  

– Sigmund Freud 

—————————————————–

Lorena Majluf, Psicóloga de Psyalive 

Para empezar a entender bien esta diferencia, primero es clave aprender a separar la fijación y pasión del imaginario del amor. Por ello, recordemos, para empezar, que en la pasión hay una existencia y fijeza con respecto al objeto. Esto cobra importancia cuando día a día escuchamos en nuestros consultorios a muchas mujeres que buscan el amor y no lo encuentran. De pasión en pasión va pasando la vida, pero el amor nunca llega para estas mujeres.  

Y si bien esto puede sonar como una triste historia de desamor, la verdad es que no todo es siempre como parece. Por una parte, sucede mucho que son ellas quienes se desencantan de su pareja rápidamente. O, a veces, es su contraparte la que se va sin dar mayores explicaciones. A veces se trata de mujeres que exigen la perfección en el otro, buscando ser reconocidas por ese otro y, en estos casos, cualquier desvío de su atención las lleva a una furia, una cólera descontrolada.  

En otras ocasiones se trata de mujeres muy apegadas a la imagen corporal propia y del otro. Se trata de personas que se someten a cirugías, tratamientos estéticos y largas horas de gimnasio. Por eso, cuando una relación no funciona, no entienden como su pareja puede estar dispuesto a perder a “semejante mujer”, en sus palabras.  

En todos estos casos hablamos de pasión. Una relación de amor supone centrar su fijación en el vínculo, aceptando y confirmando su diferencia y su diversidad subjetiva con respecto a la propia.  
 
Las relaciones pasionales, a diferencia de las amorosas, establecen una asimetría (desigualdad) en el vínculo, que coloca a un sujeto como superior al otro. El otro se convierte en insustituible, por lo cual las relaciones se tornan tormentosas, selladas por la presión de un fin.  
 

¿Por qué las relaciones pasionales son fuente de sufrimiento? 

 
Porque hay en ellas un persistente intento de dominio sobre la compañera o compañero sentimental. Se da un fuerte rechazo y negativa a la intimidad y al reconocimiento de la pareja.  
 
En los tiempos actuales, que continúan un largo proceso iniciado en los años 60 desde distintas disciplinas y movimientos sociales, se está dando voz, logrando visibilizar y desnaturalizar las conductas relacionadas. Así, las conductas violentas, los abusos emocionales y/o sexuales orientados a desmentir el ejercicio del poder y la dominación en nombre del amor van finalmente perdiendo su validez. 

Desde el psicoanálisis con parejas, vemos esto como un espacio-tiempo transicional entre el sufrimiento y el advenimiento de cambios individuales y conyugales. Por ello, durante lña terapia, es importante apuntar a los tres niveles correspondientes, apelando primero a la realidad psiquica de la pareja individual, intersubjetiva y grupal.  

Así, la terapia permitirá en la mayoría de los casos, desaglutinar, reducir los movimientos identificatorios, permitiendo tiempos de separación y autonomía. Esto a su vez fomentará la disminución de la rigidez, una mejor circulación afectiva y una distribución mejor de los roles, no solo en la pareja sino con los hijos padres, hermanos, etc.