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Víctimas de abuso: recuerdos que provocan angustia en pacientes adultos

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Cuando se recuerda el abuso en la terapia

Los abusos en la infancia aparecen con una frecuencia abrumadora. Tanto niñas como niños están expuestos a abusos de todo tipo. Lo relatan los pacientes ya adultos en el consultorio. En muchos casos, ni siquiera se registraron como tales. A veces, es sólo retroactivamente que alguien puede sancionar eso que le ocurrió, como un abuso. Algunas personas buscan en su memoria un hecho más grave, sin considerar que lo que están contando es suficiente para que se considere como abusivo. Como si descreyeran de su propio recuerdo o sensación.

Por ejemplo, una paciente relata un hecho con su padre, que la perturbó siendo una niña. Pero como no hubo penetración, ni toqueteo parecía “inocente”, hasta que lo relató y le dio su verdadera dimensión, pensaba que debía estar olvidando algo “más traumático”.

También muchos pacientes hombres cuentan abusos infantiles. No es algo privativo de las niñas.

En un altísimo porcentaje, estas situaciones son perpetradas por el entorno familiar o social cercano, del ámbito de confianza. Tíos, padrastros, primos, amigos de la familia, abuelos, hermanos, padres. Si, hasta quienes deberían cuidarlos.

¿Qué provoca el recuerdo del abuso?

Me interesa destacar la angustia que provoca hablarlo. En muchos casos el relato va acompañado de sentimientos de culpa, vergüenza, desilusión, asco, pérdida de confianza en el otro y en sí mismo/a. También puede tener consecuencias en la aceptación del cuerpo que pareciera ser generador de ese impulso en el otro y que ahora  el sujeto rechaza, dando lugar a desórdenes en la alimentación, distorsión en la imagen corporal, sometido a dietas, cortes, insultos; cuerpo que hay que tapar con grandes buzos o ropas holgadísimas que no dejan ver ninguna forma.

La vulnerabilidad de los niños los hace víctimas predilectas. No saben muy bien lo que está pasando, pueden incluso tener una sensación que algo no está bien, pero no terminan de sopesar la situación. Sentirse querido, elegido por ese otro amado, lo deja a expensas del abusador.

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Cuántas veces oímos que las personas hacen las denuncias muchos años después, y la pregunta que les hacen es por qué esperaron tanto. Como en el movimiento Me Too, o el gran movimiento que generó en Argentina la denuncia de abuso de una actriz por parte de un actor adulto, siendo ella adolescente. Esto motivó una catarata de denuncias y recuerdos de abusos de mucha gente y permitieron resignificar algún hecho como abuso.

También podemos pensar en las denuncias de abuso de las gimnastas del equipo norteamericano de gimnasia deportiva -recomiendo ver el documental Atleta A, en Netflix– que terminó hace muy pocos días con la renuncia al equipo olímpico de su máxima estrella Simone Biles.

Cómo decidirse a hablar sobre el abuso

Lo que sucede, es que no es fácil hablar de esto. Se requieren muchas condiciones para animarse a hablar. Hay miedo a que no les crean, a que se las revictimice, a que se desconozcan los hechos y se siga tapando al culpable que convive o se sigue viendo con la persona abusada, que se los culpe de haber incentivado el abuso. O de generar un problema en el denunciado y en su entorno si se llega a saber. Prefiere seguir callando y actuando como si no hubiese pasado, o como si fuese algo normal que puede ocurrirles a todos.

Es doloroso darse cuenta que muchas veces no solo existe el abusador por acción, sino que también existe quien permitió el abuso por omisión, que se hace el distraído o que desoye las señas o las voces.

Otro aspecto a tener en cuenta es que incluso hay niños que sintieron placer, lo que a su vez les provoca más sentimiento de culpa. Hace más de cien años Freud descubrió que los niños tienen sexualidad desde que nacen: sabemos que no son criaturas asexuadas. Ellos sienten placer

Los niños sienten placer, pero, así y todo, si un niño se ve forzado a una situación por un adulto o adolescente que sabe lo que está haciendo mientras que el menor no, no es responsable de ese hecho. El hecho que el menor haya sentido placer no disminuye en nada lo abusivo ni lo hace culpable. Pero es posible que cargue al sujeto ya adulto con más culpa.

Cuando alguien finalmente puede desplegar en un análisis eso que le pasó, puede sancionarlo como abuso y dimensionarlo. Si bien aparece la angustia, también empieza el alivio.

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