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“Hay que ser transparente. Hay que decir todo” (Parte I)

Joven revisando el teléfono de su novio para saber si es transparente y le dice todo

Hay que ser transparente. Hay que decir todo”. El discurso de la transparencia domina todo. Más allá de la consideración de si esto es posible, me interesa pensar este imperativo.

En la época en la que vivimos, cada uno de nosotros “regala” sus datos personales a las redes de internet. Todo lo que es gratis en internet, en realidad se paga con esos datos que luego se usan para vendernos productos. Más aún, terminamos siendo nosotros mismos el producto que luego se vende.

O sea, que de transparencia estamos llenos. Más bien habría que pensar como obstaculizarla.

“Hay que ser transparente. Hay que decir todo”. ¿Qué quiere decir?

El ser humano no es transparente ni para sí mismo. Siempre hay una parte de sí que desconoce. Por supuesto que, con más razón, respecto a los otros. Y ese espacio de resguardo, de opacidad de cada uno, es lo que nos hace la vida vivible. Necesitamos un espacio alejado de la mirada de los otros, donde nos sintamos en paz con nuestra intimidad.

Contrariamente a lo que parecería querer indicar ese imperativo, que pretende que el decir todo reforzaría el lazo, es ese velo que recubre, velo que resguarda, lo que lo hace posible. Cuando veo todo, se produce un desencanto. Querer mostrar todo, ver todo, es del orden de lo obsceno.

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Velar no es esconder un delito o algo que está mal. En realidad, velar es ocultar algo para que se pueda ver. Velar en su otro sentido (velar por alguien) significa también cuidar.

“Decir todo” como imperativo de transparencia

Decir todo no siempre significa decir la verdad.

Transparencia no es equivalente a verdad. Justamente la necesidad de transparencia atenta contra la confianza hace todo sospechable. Y por más información que el otro de, nunca alcanza para confiar. Justamente por este punto de desconocimiento intrínseco del ser humano, nada sacia la necesidad de transparencia. Lo vemos en las relaciones de pareja que las que se exigen que se muestren los celulares, las redes, donde se acosa a una de las partes a mostrar todo y cualquier signo es leído como ocultamiento. A mayor necesidad de transparencia, mayor control.

Me interesa subrayar este aspecto porque, en pos de la transparencia, a veces se revisan celulares, correos, cuentas y redes sociales. Y quien busca con ese objetivo, nunca confiará en lo que ve, y seguirá indagando con la certeza del ocultamiento. Y pretenderá un mayor control. Es un tema muy polémico en las parejas de esta época porque genera muchísimas peleas e incluso, a veces de un alto nivel de violencia e invasión de la privacidad.

No estoy hablando de la ceguera de no querer ver. Estoy hablando de la construcción de confianza en el otro y de la aceptación de esa opacidad intrínseca del ser hablante.

¿Cómo poner resistencia a este imperativo de la época que ordena mostrar todo, decir todo? ¿Cómo salvaguardar lo más íntimo de sí velando por el velo?

Es sólo contando con esa opacidad propia y del otro, preservando espacios de intimidad de cada uno que podemos encontrarnos con otro. Es sólo en la construcción de confianza en otro, que es posible un lazo.

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