Todos somos adictos
Variando los grados de adicción y el tipo de sustancia o conducta a las que se puede ser adicto (más o menos inmediatamente nocivas para la vida), todos somos adictos a muchas cosas.
A las drogas, alcohol, cigarrillo; a la comida, al deporte, al sexo, a las noticias; internet, netflix, redes sociales, comprar; a estar rodeado de gente, a tener una relación de pareja, a estar solos, a pensar, a leer, a saber, a estudiar, a trabajar.
A la tristeza que se regodea en la melancolía, a la alegría maníaca que evita la tristeza, al enojo por cualquier razón, al pasado o al futuro, a la queja, a la crítica y al victimismo; al conflicto, a las ideologías políticas, a la búsqueda espiritual, al éxito, a ser reconocidos e importantes, a ganar dinero y a innumerables cosas más.
¡Uf!, ¡qué arrogancia llamar a alguien adicto!
Puede que esa persona lo sea un poco más que yo, o que sea adicta a algo que pueda arrebatarle la vida en menos tiempo.
No obstante, no hay una diferencia esencial entre la semilla y la planta. Somos reflejos, los unos de los otros.
A la hora de ayudarme, o ayudar a alguien que está pasando por esto, es importante:
- Reconocer al “adicto” que existe dentro y poner todo el amor ahí.
- Hacerme o hacerse responsable.
- Reconocer que el no querer pasar por el “síndrome de abstinencia”, que da pánico. Y el autoengaño: tengo que cruzar por ahí antes de descubrir quién soy.
- Soltar la sustancia o la conducta para que emerja la lava depuradora.
2- Solamente podemos soltar la adicción ahora
El largo plazo es un mito acá, pues no se puede dejar de ser adictos para siempre. Solo se puede reconocer ese “impulso de necesidad de satisfacción” aquí y ahora, y si me doy cuenta de que eso me perjudicaría mucho más de lo que me beneficiaría, optar por no llevar a cabo la acción, o se puede hacerlo, también, pero siendo consciente.
Viviéndolo al cien por ciento.
Cada bocado, cada inhalación y exhalación, cada movimiento, hasta inclusive, encontrar el disfrute ahí. Al mismo tiempo que tomamos real consciencia y reconocemos el placer que hay en la adicción, podemos decirnos a nosotros mismos:
“No necesito esto para ser feliz o estar en paz, es solo una opción”
Y acá lo más importante:
Fortalece mucho más la adicción el hecho de sucumbir ante pensamientos que nos dicen:
“No deberías estar haciendo esto” ; “ya deberías haberlo dejado”; “eres un desastre”; “no aprendes más”; “tu debilidad es más fuerte que esta porquería”; “estás destinado a la adicción”; “te estás cagando la vida consumiendo esto”, que la simple cuestión de estar probándolo una vez más.
Al daño orgánico, le agregamos el creernos esos pensamientos que terminan siendo mucho más perjudiciales que la sustancia o la actividad. Al mismo tiempo que, lejos ayudarnos a soltar la adicción, lo que hacen es enquistarla.
Al tomar consciencia de la adicción, y al mismo tiempo disfrutarla, puedo observarla desde mi centro. Puedo admitir que es solo una opción, solo una opción. No necesito satisfacerla sí o sí para estar en paz.
Es mi escape, mi miedo al dolor, mi gula. Pero puedo liberarme de ella al amarla, al soltarla ahora mismo, al sentir todo el dolor existencial que fui evitando a lo largo de mi vida.
Para pasar finalmente a conectarme con el juego, la creatividad y el descubrimiento de una nueva vida.